
El verano en el Carmela fue la combinación perfecta de trabajo y tiempo con amigos. Desde el primer día el recibimiento te hace sentir que sois todos un equipo y no trabajadores individuales en un mismo espacio de trabajo. El sitio encima le daba otro rollo al hecho de estar en la jornada laboral, pudiendo escaparse en los descansos a darte un baño en la playa que tienes delante y a escasos metros. La gente que venía a disfrutar de tomar algo o de la rica gastronomía también se daba cuenta de que el hecho de estar pegados a la playa era una ventaja que pocos chiringuitos tenían, y sin duda lo que más gusta tanto a trabajadores como a clientes son las puestas de sol.

En 2024 estuve trabajando en el Carmela durante el verano. Desde el primer momento hubo muchísima complicidad con los jefes, nuestro encargado y el resto de compañeros. Eso fue clave para que el verano fuese mucho más llevadero. José, Dani y Christian siempre fueron considerados, amables, respetuosos y honestos con nosotros.
Por su parte, Bruno (nuestro encargado) fue increíblemente paciente con todos nosotros, ayudándonos siempre que podía y tratándonos siempre desde el respeto.
Los compañeros (camareros y cocineros) hicimos muchísima piña y seguimos siendo amigos.
El sitio es increíble y los atardeceres son mágicos desde ahí. La gente es amable y comprensiva. Estoy muy agradecido por la confianza que pusieron en mí y cómo me trataron desde el primer minuto.

Mi experiencia en el Carmela fue un poco curiosa ya que soy una persona introvertida, y no me gustan mucho la playa ni el calor, lo cual no es un perfil que se adapte a este tipo de trabajo. Sin embargo, desde el primer momento me sentí cómodo y motivado gracias al equipo, tanto por mis compañeros como por los propios jefes, que siempre fomentaron el ambiente de buen rollo y de bienestar entre los empleados. Creo que se ha juntado un equipo que aporta mucho valor a nivel humano y que al final del verano funcionaba como una gran familia.
A nivel laboral, es cierto que es duro porque hay mucho trabajo, pero el ambiente laboral es muy constructivo y en pocos meses se adquiere una experiencia equivalente a años en otros sitios, especialmente porque aquí las cosas se intentan hacer siempre lo mejor y más profesionalmente posible, incluso cuando el ritmo de trabajo es muy acelerado. Cabe destacar también la profesionalidad y seriedad de la empresa en cuanto a papeleo, condiciones, transparencia y trato con los empleados… En definitiva, un sitio en el que las cosas se hacen bien.
Todo esto, combinado con una localización privilegiada, unas instalaciones bien cuidadas, un proyecto de negocio moderno y atractivo, y un público agradable hicieron de esta una experiencia inolvidable y que recomendaría a cualquier persona.

En mi caso, tuve la suerte de trabajar en Carmela en su primer año. Y digo suerte, porque hoy puedo ser consciente de cuánto crecieron y mejoraron con la experiencia y las ganas que se le han puesto a este hermoso proyecto.
Soy testigo de todo lo que estos chicos han trabajado para dar a sus clientes el mejor servicio.
La temporada que yo viví como empleada, formamos un equipo fuerte y capaz de salir de todo imprevisto. En un ambiente de risas , compañerismo y aprendizaje constante.
Era satisfactorio ver cómo nuestros clientes disfrutaban de nuestro entorno; de la playa, la música, el churrasco y la cervecita con la mejor puesta de sol.
Hoy soy una de esas clientas cada verano y espero seguir siéndolo muchos veranos más.

Este año he tenido el placer de trabajar en el Carmela. Digo placer porque, a pesar del estrés y del agobio de algunos momentos, he podido pasarlo bien y sentirme a gusto en un puesto de trabajo (algo que en el mundo de la hostelería no es tan frecuente). Ese bienestar ha sido resultado de un gran equipo y de unos jefes a los que tenemos mucho que agradecer. Tanto ellos como el encargado han depositado mucha confianza en nosotros, han sido muy comprensivos, pacientes y respetuosos en todo momento. Estar en un grupo donde sentir tanta complicidad es complicado y yo he tenido de la suerte de encontrarlo en el Carmela.

“Hace dos años, me lancé a la locura más refrescante y divertida de mi vida, trabajar en CARMELA, posiblemente el mejor chiringuito de las Rias Baixas. Desde el primer día, el equipo fue como una familia. Cada turno parecía una mezcla de fiesta, caos y surf sobre olas de clientes sedientos de mojitos (y de los buenos)
El lugar en sí es una postal viviente. Playa de ensueño, el sol reventando el cielo y nosotros, el equipo, corriendo de un lado a otro con bandejas como si fuéramos los protagonistas de una comedia playera. Pero lo mejor de todo fue la energía que se respiraba. Los clientes venían a CARMELA no solo por la comida y las copas, sino por ese ambiente especial que los jefes (mis grandes amigos) crearon. Siempre con una sonrisa, un chiste, y un «venga, que esto es más que trabajo, ¡es diversión!».
Trabajar aquí no era solo un curro, era una experiencia inolvidable. Desde los que venían buscando una cerveza bien fría hasta los que pedían el cóctel más loco del menú, siempre había un momento para reírse, disfrutar y salir al final del día con el sabor del salitre y la buena vibra en el cuerpo.
Gracias, CARMELA, por un verano de locura. ¡Os debo una!”