El verano en el Carmela fue la combinación perfecta de trabajo y tiempo con amigos. Desde el primer día el recibimiento te hace sentir que sois todos un equipo y no trabajadores individuales en un mismo espacio de trabajo. El sitio encima le daba otro rollo al hecho de estar en la jornada laboral, pudiendo escaparse en los descansos a darte un baño en la playa que tienes delante y a escasos metros. La gente que venía a disfrutar de tomar algo o de la rica gastronomía también se daba cuenta de que el hecho de estar pegados a la playa era una ventaja que pocos chiringuitos tenían, y sin duda lo que más gusta tanto a trabajadores como a clientes son las puestas de sol.